Una entrevista con Carlos Lozano (25), joven líder kichwa de Chazuta, Perú, quien lleva la voz de los pueblos indígenas a la Cumbre de Cambio Climático (COP30) en Brasil, luego de haber sido capacitado en vocería por el Proyecto Ciencia y Saber Indígena por la Amazonía, de RAISG y el Woodwell Climate Research Center.

Texto y fotos: Karen Espejo
Carlos, por varios años has representado a la juventud indígena del Bajo Huallaga, ¿qué caracteriza al pueblo kichwa y a sus jóvenes?
Nosotros somos un pueblo guerrero, que siempre está en lucha constante. Hemos resistido, por ejemplo, a las evangelizaciones que llegaron a intentar quitarnos nuestra lengua, nuestras creencias, nuestra vestimenta, a tal punto que ahora estamos en una etapa de revitalización de la cultura kichwa, sobre todo con los más jóvenes. Además, han sido años y años de lucha para conseguir la titulación de nuestros territorios, pero aún hay muchos que no están reconocidos.
¿Cuántas comunidades faltan?
En la región San Martín somos alrededor de 100 comunidades kichwas. En el Bajo Huallaga, específicamente, somos unas 16 comunidades, las cuales tienen el reconocimiento de solo un 10% de su territorio, porque el resto es Área Natural Protegida. Estamos rodeados: a un lado del río Huallaga, tenemos el Área de Conservación Cordillera Escalera, y en el otro, está el Parque Cordillera Azul. Estamos en un proceso judicial para que nos permitan la demarcación.
Tenemos problemas sobre todo con Cordillera Azul, porque ellos tienen un administrador que vende bonos de carbono a empresas transnacionales. Entonces utilizan nuestro territorio para camuflar la devastación que hacen estas empresas.
¿Qué problemas les genera como pueblo kichwa?
Principalmente el despojo territorial, porque una vez que crearon los parques protegidos, ya no nos permitieron entrar. Hasta ahora, como indígena, no puedes ir a sacar plantas medicinales, no puedes sacar la Yanchama o el Chullachaqui Caspi para curarte, ya no puedes entrar al monte por días a traer carne para la familia, o recorrer los caminos antiguos de nuestros ancestros. Todo eso inhibe nuestra cultura y nos hace perder identidad.
¿Cuál es el papel y desafío de los jóvenes indígenas en medio de estas dificultades y en plena crisis climática?
El hecho de ser joven de un sector rural, y más aún indígena, aumenta las brechas para el acceso a oportunidades. Por eso promoví la creación de una escuela ambiental amazónica, que logró reunir a jóvenes indígenas del Bajo Huallaga. Con ellos discutimos cuáles son sus necesidades y dijeron dos cosas: educación y oportunidades. Dijeron: queremos ser médicos, antropólogos, ingenieros ambientales. Queremos adquirir los conocimientos occidentales, pero luego volver a nuestros territorios para hacer una fusión con nuestros saberes ancestrales, y así contribuir con nuestro pueblo. Entonces ese es el desafío que tenemos como jóvenes, por eso este año hemos ayudado a cerca de 8 jóvenes a ingresar a Beca 18 para estudiar.
Otro desafío que tenemos es aceptar ser dirigentes. Los jóvenes tienen temor de aceptar esos cargos porque nos están matando, nos están criminalizando, y ahí quién nos defiende. Hace un año, un apu del pueblo kichwa de nuestra federación, Quinto Inuma, fue asesinado a pesar de tener medidas de protección del Estado peruano. Tuvimos que llegar hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para exigir medidas cautelares para toda la comunidad, que corría peligro frente al narcotráfico y la tala ilegal.
¿Cuáles son las amenazas ambientales que sigue enfrentando la comunidad?
Actualmente, el tráfico de tierras y la extracción de madera es fatal. El gobierno está dando preferencia a cualquier persona o empresa que produce y destruye, antes que a las comunidades indígenas que luchan y protegen sus territorios por décadas. Si una empresa viene y dice “quiero este territorio para sacar toda la madera”, el gobierno le da facilidades. En cambio, si nosotros como pueblo indígena, vamos y decimos “queremos hacer una práctica sostenible”, nos cae toda la burocracia.
¿Cómo percibes que los gobiernos y empresas extractivas ven a las montañas y a los bosques que ustedes habitan?
Ellos lo ven como recursos, y es muy triste, porque ven a la Amazonía como un sector del que pueden sacar provecho, extrayendo madera, petróleo, oro… y parece que no vieran a las personas que habitamos ahí. En Cordillera Azul, por ejemplo, nuestros abuelos comentan que hay pueblos indígenas no contactados. Y en Cordillera Escalera nos hemos tenido que levantar en pie de lucha para evitar que exploten un lote petrolero, porque nuestras cuencas de agua nacen de sus cerros. Muchas empresas vienen, explotan, y se van a sus países tranquilos, dejándonos a nosotros con una devastación total. ¿Y quién paga esa deuda ecológica?
A diferencia de los gobiernos, ¿cuál es la conexión que tiene el pueblo kichwa con los bosques?
Nuestro pueblo está muy ligado a las plantas medicinales y a los espíritus del bosque. La planta te hace soñar y tiene una personificación. La Yanchama, por ejemplo, es un hombre blanco pequeño, que te soba el cuerpo para curarte; y al día siguiente amaneces adolorido porque te hace efecto. La Ayahuasca es una serpiente grande que te hace enfrentar tus peores miedos. O cuando tomas el Chullachaqui Caspi, por ejemplo, y te sumerges en el bosque 15 días o un mes, vas a ver cómo los animales se acercan a ti y ni te detectan.
La Amazonía no es una mercancía para hacer contratos y negociaciones. La Amazonía no es un recurso que está a disposición. Nosotros somos parte de la Amazonía, por eso hay que respetar todo: al otorongo, a la pantera negra, a las plantas que te enseñan a curarte a través de sueños, porque cada uno tiene sus espíritus. Ese respeto es lo que nos llama a proteger a la Amazonía. No se trata de algo material; es algo espiritual que no podemos dejar que desaparezca, porque es parte de nosotros y nosotros somos parte de ella.
¿Cómo así empezaste a defender el bosque?
Mi dirigencia nace desde los 11 años por un tema familiar. Mi abuela es partera y mi abuelo fue un dirigente muy conocido, quien fue asesinado en la época del terrorismo defendiendo a su pueblo. Luego mi abuela tuvo un segundo esposo, a quien también le dispararon a muerte defendiendo su territorio. ¿Y quién nos protegió ahí? Nadie… nosotros solos tuvimos que salir de la comunidad un tiempo. Por eso luego yo retorno para apoyar a los demás. Yo siempre le digo a los jóvenes que no se arriesguen mucho. Mejor eduquémonos, les digo, y a largo plazo vengamos como profesionales a servir a nuestro pueblo, porque lo vamos a hacer con conocimientos, pero también con el corazón.
¿Como joven líder indígena qué esperas de esta COP30?
Lamentablemente la COP solo ha cumplido el 20% de sus metas. Siempre se dice que la Amazonía es el pulmón del mundo, pero es un pulmón con un virus que sigue avanzando. La deforestación sigue avanzando, la minería sigue avanzando, y las autoridades no se preocupan realmente. Lamentablemente, si no frenamos la enfermedad, nos quedamos sin ese pulmón y nos morimos todos, por eso es el deber de todos proteger a la Amazonía. Muchos empresarios solo están pensando en generar recursos, pero se están olvidando de generar un espacio sostenible para sus hijos. ¿En qué van a invertir sino cuando ya no haya lugar para vivir?
