Jóvenes indígenas en la COP30: “Las petroleras han causado mucho sufrimiento a la Amazonía y a sus seres espirituales”

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Como parte del proyecto Ciencia y Saber Indígena por la Amazonía, de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG) y el Woodwell Climate Research Center, jóvenes de los pueblos waorani, kakataibo, kichwa, tikuna y uwottüja, fueron capacitados en vocería para visibilizar su rol como guardianes de la Amazonía en la cumbre mundial en Brasil. Aquí dos testimonios.

Los jóvenes indígenas participan en dos eventos de la Cumbre de Cambio Climático (COP30), en Brasil, para exigir a los gobiernos acciones concretas frente al daño de las industrias extractivas y actividades ilícitas.

 

Texto y fotos:
Karen Espejo – reportera de RAISG

 

Amoa Ima (26) cierra los ojos y se imagina en medio de un bosque virgen. “Ahí están las cascadas, los jaguares, los espíritus… Para nosotros los indígenas, los bosques son como partes de nuestro cuerpo. Ahí te sientes completo, sientes la fuerza y saberes de tus abuelos”, asegura el joven de la comunidad waorani de Bataboro, zona de amortiguamiento del Parque Nacional Yasuní, el área protegida más grande de Ecuador. “Pero cuando vienen y lo destruyen, te destruyen a ti también; ya no eres la misma persona”, señala Amoa, quien ha visto a lo largo de su vida hectáreas de bosques transformarse en campos petroleros, carreteras y ríos negros. 

Los waorani son el grupo indígena de más reciente contacto en Ecuador desde finales de 1950. Su ingreso a “la modernidad” dio pie a décadas de explotación petrolera que continúa hasta hoy. Solo del bloque 43 del Parque Yasuní se extraen a diario más de 40 mil barriles de crudo, según la estatal Petroecuador, ignorando el rechazo del pueblo waorani y el referéndum del 2023 que ordenaba su paralización. Y en la zona de amortiguamiento, otros cientos de pozos se mantienen activos o corren el riesgo de reabrirse, como en la comunidad de Amoa. “Las petroleras han causado mucho sufrimiento a la Amazonía y a sus seres espirituales. Hay derrames constantes, hay ruido que asusta a paujiles y tapires, hay enfermedad si entras al río. Pero también hay vicios del mundo occidental, como el alcohol, la violencia familiar y la división de nuestro pueblo”, asegura Amoa, quien lleva con orgullo una ocabogata en la cabeza, una corona de paja y plumas de guacamayo.

 

Amoa Ima, joven del pueblo indígena waorani de Ecuador, ha visto a lo largo de su vida hectáreas de bosques convertirse en campos petroleros en su comunidad de Bataboro, provincia de Pastaza.

 

Amoa es uno de los 8 jóvenes indígenas de los pueblos waorani (Ecuador), kakataibo (Perú), kichwa (Perú y Ecuador), tikuna (Colombia) y uwottüja (Venezuela), que fueron capacitados en vocería por el proyecto Ciencia y Saber Indígena por la Amazonía, de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG) y el Woodwell Climate Research Center. Seis de ellos viajaron a la Cumbre de Cambio Climático (COP30), en Belém do Pará, Brasil, para visibilizar su rol como guardianes del bosque y exigir a los gobiernos acciones concretas frente al daño de las industrias extractivas y las actividades ilícitas. 

Y aunque son kilómetros de distancia los que los separan, en sus historias se cruzan los mismos sentimientos de lucha y esperanza. “Los indígenas conocemos los bosques. Si los talamos, les damos el tiempo que necesitan para recuperarse. En cambio, las industrias (extractivas) destruyen y lo dejan ahí. Por eso, en la COP30 queremos que el mundo escuche nuestro saber. Decir al Estado: basta ya del daño que han hecho”, reclama Amoa. 

 

EN EL MUNDO INDÍGENA ESTÁ LA SOLUCIÓN

Los Territorios Indígenas y Áreas Naturales Protegidas no solo albergan los bosques mejor conservados y con menores tasas de deforestación, según diversos estudios de la RAISG. “El proyecto Ciencia y Saber Indígena revela que estos territorios concentran el 61% del carbono forestal capturado en 2023 en los 9 países amazónicos; contribuyendo a reducir el exceso de gases de efecto invernadero y a mitigar el calentamiento global. Gracias a los pueblos indígenas, a sus conocimientos ancestrales y gestión sostenible, aún hay futuro para la Amazonía”, señaló Mireya Bravo, coordinadora del proyecto. 

Sin embargo, agrega la especialista, el avance de las actividades extractivas y otras ilícitas pone en riesgo el rol clave de estas comunidades en la crisis climática. Según datos de RAISG, al menos 1.647 territorios indígenas de Ecuador, Perú, Colombia y Bolivia son afectados por la superposición de lotes petroleros; y más del 30% de su territorio en 9 países amazónicos sufre el impacto negativo de la minería. Además, solo en Perú, más de 270 comunidades nativas enfrentan invasiones, desplazamientos y violencia debido al narcotráfico; siendo Ucayali la región más afectada, según el Instituto del Bien Común (IBC). organización socia de la RAISG.  

 

Mariela Pérez, joven indígena del pueblo kakataibo de Perú, integra el Comité de Vigilancia de la Comunidad de Yamino, creado frente al avance del narcotráfico y el tráfico de tierras en esta parte de la región Ucayali.



“SIN LA LUCHA DE NUESTROS PUEBLOS, HABRÍA MENOS BOSQUES”

Los desafíos detrás de estas cifras, los conoce bien Mariela Perez (28) -o Buntish Xanu, mujer hermosa en su lengua originaria-, joven peruana del pueblo kakataibo, en la comunidad de Yamino, distrito de Padre Abad, Ucayali. Antes de unirse a los eventos de la COP30, Mariela pinta su rostro como lo hacían sus ancestros. Líneas rojas y rombos dibujados con achiote (una planta de tinte natural) cruzan su piel. “Así se pintaban los abuelos para defender el territorio y así lo seguimos haciendo nosotros”, asegura ella. 

Cuando Mariela tenía 6 años, la tierra que hoy pisa con firmeza estaba invadida por cultivos del narcotráfico. Fueron sus padres y otros valientes kakataibo, quienes recuperaron este lugar y lo reforestaron para las nuevas  generaciones, fundando así la comunidad de Yamino. Lamentablemente, ante la ausencia del Estado, su padre fue envenenado poco después por taladores ilegales. “Él siempre decía: luchen por su territorio porque es lo único que tienen. El bosque es todo para nosotros: es nuestra casa, nuestro hospital con plantas medicinales, nuestro mercado con alimentos de la tierra y el río. Y todo debe quedar para nuestros hijos y nietos”, asegura Mariela, mientras camina entre árboles de tornillo y caoba. 

El pueblo de esta joven tiene un papel fundamental en la cultura y biodiversidad peruana, pues forma un cordón de protección alrededor del Parque Nacional Cordillera Azul y la Reserva Indígena Kakataibo, donde se refugian indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial. Por eso, a pesar del miedo y la escasa protección de las autoridades, Mariela integra el Comité de Vigilancia de Yamino, junto a otras 21 personas. Así se interna en las más de 30 mil hectáreas de su comunidad, entre 7 y 12 días al mes, para proteger los bosques frente al avance del narcotráfico, la tala ilegal y el tráfico de tierras. 

“Sin la existencia y la lucha de nuestros pueblos, habría menos bosques y más deforestación para la humanidad. Nosotros defendemos el territorio para respirar el aire puro. Y eso no es solo para nosotros, es para nuestros hijos y para el mundo entero”, señala Mariela. Sin embargo, en esta labor por mantener el equilibrio del planeta, los pueblos indígenas no pueden solos, ni deben quedar desprotegidos. Desde la pandemia, solo en el pueblo kakataibo de la Amazonía peruana, seis líderes indígenas han sido asesinados tras alzar su voz en defensa de los bosques.

Por ello en la COP30 de Brasil, la Red RAISG instó a los gobiernos a priorizar mecanismos de protección sobre la vida, territorios y economía de los líderes indígenas y sus comunidades, quienes asumen la primera línea de defensa de la Amazonía. También, precisaron, urge fortalecer políticas de cooperación transfronteriza, que frenen el avance de grupos criminales -como el narcotráfico- y la expansión de actividades que atentan contra los ecosistemas y habitantes amazónicos -como la minería e hidrocarburos-. 

En ese sentido, para evitar el llamado “punto de no retorno” de la Amazonía, RAISG hizo un llamado a los gobiernos a apostar por economías de bajas emisiones de CO2, que articulen la ciencia con los saberes ancestrales. Además de aplicar políticas que aceleren los procesos de titulación de los territorios indígenas, garanticen sus derechos territoriales y activen la entrega de financiamientos directos para estas comunidades.“Para nosotros las injusticias que se cometen contra nuestros hermanos y contra los bosques es un dolor tremendo. Por eso, en la COP30 queremos que las autoridades escuchen y actúen de verdad. Los gobiernos tienen el poder de dar el bienestar que necesitamos y dejar que sigamos permaneciendo”, reflexiona Mariela, joven kakataibo. Y es que el reclamo de los pueblos indígenas no es solo un asunto aislado de sus comunidades. Es una lucha por la defensa de bosques que sostienen la vida de toda la humanidad.

Los jóvenes de diversos pueblos de la Amazonía dialogan sobre las problemáticas ambientales que afectan a sus comunidades y las soluciones que esperan por parte de los gobiernos.