Así es como la fiebre del oro en Venezuela envenena a los indígenas y destruye comunidades

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23 de Julio de 2019

El Nuevo Herald

Bram Ebus

 

Un comerciante está en la entrada de una pequeña embarcación repleta de alimentos y productos enlatados, un supermercado flotante, mientras de unos altoparlantes sale música ranchera a todo volumen.

El hombre mira el impresionante pero apacible río Orinoco, que separa su negocio en la villa de Amanavén, Colombia, de la vecina Venezuela, visible en la otra orilla.

¿Sabe algo del comercio de oro local?

“Sí, aquí se recibe”, reconoce, mientras abre su tercera cerveza con parsimonia.

Los alimentos básicos que él y otros botes-tienda ofrecen se venden principalmente a personas que se abastecen antes de la siguiente curva del Orinoco hacia Venezuela.

Su destino es las minas de Yapacana en la Amazonia venezolana, esparcidas en un complejo montañoso y en un parque nacional con el mismo nombre.

Allí, en la selva húmeda, entre 5,000 y 10,000 mineros buscan oro. Pero no están solos. Dos grupos guerrilleros colombianos y elementos corruptos de la Guardia Nacional de Venezuela controlan la zona y recaudan grandes cantidades del metal precioso.

En un bote aledaño, el dueño quiere mostrar parte del oro sacado de las minas. Desaparece detrás de una cortina y regresa con 118 gramos de oro, que tienen un valor de unos $6,000.

“Esto es para los militares del otro lado”, afirma, refiriéndose a la Guardia Nacional de Venezuela. “Es para pagar el ‘impuesto’”, dijo, refiriéndose al pago de la extorsión.

Paujil es una zona junto a la ciudad colombiana de Puerto Inírida. Grupos armados lo usan para contrabandear desde Venezuela. Gracias a la fiebre del oro ilegal en Venezuela, la vida ha cambiado mucho en ambos lados de la frontera. Bram Ebus INFOAMAZONIA

Con la complicidad de los cuerpos de seguridad de Venezuela, el parque protegido Yapacana es destruido por las prácticas mineras contaminantes y agresivas. Los ríos de la zona son dragados por los mineros, que también usan mercurio, que envenena el agua potable de la región.

Un estudio de 2017 identificó que las comunidades que viven a lo largo de los ríos Atabapo, Guainía e Inírida en la parte colombiana hay cerca de 60 veces más el nivel máximo de mercurio que una persona puede tener en sangre, según la Organización Mundial de la Salud. Las aguas de estos ríos abastecen a poblaciones del sur de Colombia, Venezuela y el norte de Brasil.

El pequeño pueblo a las orillas del río Amanavén, Departamento de Vichada, está a 45 minutos en bote de Puerto Inírida, la capital del Departamento de Guainía en Colombia. Puerto Inírida es un pueblo ubicado en la selva casi rodeado de agua en una zona llamada Estrella Fluvial del Oriente, donde nacen varios ríos. Cientos de afluentes alimentan los nueve principales ríos de la región que serpentean por la densa selva tropical del departamento, que sirve de autopista para traficantes de todo tipo.

A los 20,000 habitantes de la ciudad se agregan unos 5,000 son venezolanos, dicen autoridades locales. Y como no hay comunicación por tierra con el resto de Colombia, es una comunidad aislada con una pobreza rampante. En las afueras del poblado, muchos viven en chozas hechas con palos y láminas de metal o plástico.

Las pocas vías pavimentadas que hay en Inírida están llenas de huecos y por ellas transitan los taxis triciclo de motor llamados ratones. En medio de la caótica y ruidosa escena, los mineros, llegan aturdidos tras semanas o meses en las selvas venezolanas.

LA ECONOMÍA INFORMAL DE INÍRIDA

Un indígena colombiano de unos 50 años llega a una de las llamadas compraventas, pequeñas tiendas que comercializan oro, sin cartel y con ventanas muy oscuras.

Después de ocho días de trabajo duro, se ha quedado con 64 gramos de oro. Pero al principio tenía mucho más.

El indígena comienza a calcular cuánto oro perdió pagando a varios grupos armados y militares corruptos en sus respectivos puntos de control a lo largo del río:

  • 5 gramos, que valen unos $230en el mercado internacional, para el wachiman, el vigilante que observa a los mineros e informa a la Guardia Nacional o las guerrillas
  • 5 gramos para la comunidad indígena cercana a las minas
  • 5 gramos para las guerrillas
  • 3 gramos para la Guardia Nacional en un punto de control cerca de Santa Bárbara
  • 1 gramo para la Marina de Venezuela
  • 0.5 gramos para la municipalidad de Atabapo

Además de esos 19.5 gramos pagados en “impuestos”, también tuvo que pagar sus gastos de comida y transporte.

Un trabajador mezcla agua, oro y mercurio en una mina en El Callao, en el estado Bolívar. A pesar de los peligros del mercurio para la salud, los venezolanos se lanzan a trabajar en las minas en medio de una economía colapsada.

Pero pagar estos peajes es mejor que la alternativa. Una de las pocas formas de evitarlos es hacer un viaje a pie de cuatro días a través de la selva venezolana, y después un recorrido de tres días en una embarcación.

Pero los mineros también tienen que meterse la mano en el bolsillo en Puerto Inírida. El lugar está lleno de atracaderos informales, a los que las angostas embarcaciones llegan con su carga. Pero la gente del lugar dice que la policía abusa de los mineros. El propietario de una compraventa dijo que la policía siempre está “decomisando oro”, pero en realidad se lo roba. “Es una injusticia”, afirmó.

Los mineros venden su oro en las compraventas que hay en toda la ciudad. En una de las tiendas, con paredes blancas y sillas plásticas, una mujer amamanta a su bebé mientras pesan oro frente a ella en el escritorio de la oficina.

El dueño del lugar, Bryan, quien pidió no ser identificado, está sentado al fondo. Explica que compra oro legalmente de los llamados barequeros colombianos registrados, mineros artesanales que emplean métodos rudimentarios y pueden vender hasta 420 gramos al año. Bryan tiene unos 200 barequeros inscritos en sus libros, pero espera llegar a 500.

Al inscribir cientos de barequeros, Bryan puede justificar la venta de grandes cantidades de oro. Pero el sistema está totalmente corrupto.

Muchas veces, los documentos de identidad que se usan para justificar un cargamento de oro son de una persona fallecida, o de camareros o empleados de un estacionamiento que los alquilan por dinero, dice un oficial de inteligencia colombiano.

Otras veces el oro venezolano se registra bajo un título de minería colombiano, al menos en el papel. En realidad, la supuesta minera es “un campo lleno de vacas”, dice otro oficial de inteligencia colombiano.

Bryan no puede garantizar que el oro venezolano no llegue a su tienda, pero dice que la mayor parte del metal que compra vine de minas colombianas, que por lo general lleva a la capital, Bogotá, para venderlo a los mayoristas.

Nadie en el aeropuerto local le causa problemas ni le revisa el oro, dijo. Bryan lleva el oro en una mochila y se cambia de camisa en el avión. Pero le preocupa que alguien en Bogotá reciba información de lo que viste y le robe el oro.

Otro hombre que participa en estas actividades, Juan Pablo, quien no quiso dar su nombre verdadero, se ríe a carcajadas cuando le preguntan si Bryan vende oro colombiano.

“Es una gran mentira”, afirma. Y un representante de la Aduana en Puerto Inírida concuerda en que la mayor parte del oro que pasa por allí proviene de Venezuela.

“El submundo del oro mantiene la economía, dijo.

Aunque algunas compraventas ”legalizan” su oro, con documentos que muestran que proviene de operaciones en Colombia, no todas lo hacen, dijo Juan Pablo.

“Sacan el oro, pero ilegalmente”, dijo, explicando que los traficantes varones ocultan el oro junto a los testículos, mientras que las mujeres se lo colocan entre los senos o en su ropa interior. Un transportista de oro puede ganar unos $188 por llevar un kilogramo de oro a la capital.

Para las autoridades es difícil rastrear el origen del oro. Los exportadores muchas veces compran oro a docenas de compañías pantalla a las que es muy difícil, casi imposible, seguirles la pista.

“Después que el oro se convierte en lingotes, es muy difícil conocer su origen”, afirma un representante de la Aduana de Colombia.

INDÍGENAS ABANDONADOS

La selva de Colombia que bordea Venezuela es una de las regiones más pobres del país, lo que ha obligado históricamente a las comunidades de la región a depender de actividades ilícitas para sobrevivir. A lo largo de los años han tenido que echar mano a la caza furtiva der animales de animales por su piel y dientes, la minería ilegal y el cultivo de coca.

Debido al elevado desempleo en Guainía, sus habitantes, principalmente indígenas, buscan trabajo en las minas de Venezuela. Un líder indígena dijo que en la comunidad de Caño Grulla, solo quedan 30 de 500 familias. El resto se ha ido a las minas.

Dos hombres y un niño buscan oro en un río cerca de la mina Las Parcelas en Tumeremo, Venezuela. El uso del mercurio en el proceso ha contaminado muchos ríos como este. Y el atractivo del dinero que se puede ganar en la minería ilegal de oro ha convertido a algunos niños abandonen la escuela para tratar de ganar algún dinero. Ignacio Marin FOR THE MIAMI HERALD

A medida que los jóvenes dejan sus familias para irse a buscar oro, el índice de deserción escolar se ha disparado en la región, dijo Luis Enrique Amado Prieto, un trabajador social de la zona-

Y a medida que la minería crece, la supervivencia de las culturas indígenas queda amenazada, dijo Plinio Yavinape, un líder indígena ya mayor que vive cerca de Puerto Inírida.

“Puede ser fatal para la comunidad”, dijo de la fiebre del oro. “Por poco dinero se matan entre sí”.

REBELDES COLOMBIANOS EN LA AMAZONIA

Sentado en su oficina uno de los altos oficiales militares en el Departamento de Guainía toca una pieza de Beethoven en su computara portátil.

“Estamos combatiendo a bandidos y terroristas”, dice, refiriéndose a los guerrilleros colombianos que operan en la zona.

Dice que sus órdenes son combatir a un grupo llamado Acacio Medina, activo en las minas de Venezuela y Colombia, formado por ex miembros de las FARC.

Hasta el momento no ha habido enfrentamientos. “No permiten que los provoquen”, dice.

Las FARC fueron el grupo guerrillero más antiguo y grande de las Américas, hasta que firmaron un acuerdo de paz en 2016 y se desmovilizaron en 2017. Pero no todos han dejado las armas y grupos “disidentes” han formado grupos como el Acacio Medina, liderado por un guerrillero llamado “Jhon 40”.

Según documentos de la inteligencia colombiana, el frente Acacio Medina gana ahora 70% de sus ingresos con la minería ilegal en Venezuela.

Los disidentes de la FARC y el también colombiano Ejército de Liberación Nacional (ELN) —ahora el mayor grupo guerrillero del continente— tienen una alianza para trabajar en las minas de oro de Venezuela. El ELN es ahora el participante dominante en esas minas.

El jefe militar dice que conoce de las actividades transfronterizas del ELN porque capturaron a un guerrillero indígena venezolano que desertó en 2018. El hombre dio que mató a otros tres rebeldes y cruzó a nado el río Atabapo para escapar a Colombia. El hombre se quejó de los trabajos forados y la falta de alimentos durante el tiempo que trabajó para el ELN.

Venezuela ha tolerado la presencia de los guerrilleros colombianos desde que el ya fallecido presidente Hugo Chávez llegó al poder en 1999. Aunque estos grupos son considerados organizaciones terroristas por Estados Unidos y Colombia, Chávez dijo que son “ejércitos genuinos” y “fuerzas insurgentes con objetivos políticos”.

Grandes zonas del sureste de la Amazonia colombiana han funcionado como corredores de contrabando de drogas, armas y mercancías desde hace decenios.

El oro que se saca de minas ilegales en Venezuela llega a esta bahía informal en el poblado colombiano de Puerto Inírida. De aquí se envía a Miami, Suiza, Dubai y otros centros del comercio mundial del oro. Bram Ebus INFOAMAZONIA

Cuando las FARC participan en la minería, cobran cerca del 30% de la producción, según un ex guerrillero, quien agregó que la Guardia Nacional de Venezuela ya participaba en esas actividades en 2007 y cobraban comisión en Yapacana.

“Sacaban mucho oro”, recuerda.

Según Eduardo, un indígena de 24 años quien pidió no ser identificado, las FARC y el ELN siguen teniendo presencia en las minas, visten uniforme militar y están bien armados. También son la ley en la región. A los ladrones muchas veces los ejecutan, e incluso llevar un teléfono móvil a una zona minera está prohibido, y puede llevar a una sentencia de muerte.

Pero incluso así, los mineros dicen que los guerrilleros son mejores jefes que la Guardia Nacional porque establecen reglas claras, prohíben el consumo de alcohol y drogas, y a veces defienden a la comunidad. Los militares venezolanos con frecuencia son más abusivos y exigen más oro.

Pero también trabajan mano a mano con la Guardia Nacional de Venezuela, cuyos miembros cobran “impuestos” sobre todo, como la entrada a las minas, el uso de ríos y equipo de movimiento de tierra, incluso el derecho de vender empanadas.

Según un ex oficial de la inteligencia venezolana, el oro que cobra la Guardia Nacional se envía por avión a Caracas después que una parte se ha compartido con varias ramas militares en la Amazonia, como el jefes del Servicio de Inteligencia (SEBIN), el jefe de la contrainteligencia militar (DGCIM), el general a cargo de la Guardia Nacional y el jefe de las zonas de defensa regionales (ZODI).

Por el momento, los militares venezolanos y los guerrilleros colombianos mantienen una frágil alianza, dijo.

“Venezuela tiene un ejército, que está preparado para absolutamente nada”, dijo. “Por otra parte, el [ELN] está entrenado, preparado para el combate, y no le tiene miedo a nada”.

Pero ya ha habido conflictos. En 2017, los guerrilleros casi derriban un helicóptero militar venezolano cerca de la mina El Cacique en la zona de Yapacana. El helicóptero no debía estar allí, explicó un adolescente venezolano. “Ahora los que mandan son los guerrilleros”.

En noviembre de 2018, un enfrentamiento entre los guerrilleros y la Guardia Nacional dejó al menos tres soldados muertos, y una docena de heridos, y mostró la volatilidad de la situación.

Pero los guerrilleros llegaron a la zona para quedarse, dijo el ex oficial de inteligencia.

“En este momento, para los guerrilleros el oro… es más lucrativo que las drogas”. dijo. “Por eso están presentes en todas las minas en Venezuela.”

Un minero se prepara para descender, usando una cuerda, a una mina en Tumeremo, Venezuela. El trabajo no solamente es sucio y peligroso —en parte por el uso de mercurio para separar el oro de las piedras— sino que pone en peligro las comunidades cercanas porque envenena los ríos y los peces. IGNACIO MARIN FOR THE MIAMI HERALD

Este proyecto es el resultado de una alianza periodística entre InfoAmazonia (Brasil), el Miami Herald (Estados Unidos), RunRun.es (Venezuela), Correo del Caroní (Venezuela) y De Correspondent (Holanda). El proyecto fue posible gracias a la Human Rights Foundation y es apoyado por una contribución del Fondo Holandés para Proyectos de Periodismo.

 

Tomado de: https://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/america-latina/venezuela-es/article232465362.html

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