Días atrás, el presidente Luis Arce Catacora anunció la
anulación de decretos de apertura plena a los cultivos transgénicos, aprobados mediante decreto durante el Gobierno de facto de Jeanine Áñez (2019-2020).
En este sentido, sostuvo: “No puedes apuntar por un lado a un desarrollo basado en la destrucción del bosque, para después hacer un proyectito de reforestación”.
“Tus objetivos ambientales y tus objetivos de desarrollo económico tienen que ser parte de un mismo proyecto, un mismo programa. Hay muchas opciones”, dijo el biólogo. Y mencionó, entre otras, el procesamiento de frutas amazónicas, la pesca y el ecoturismo.
La situación de los pueblos indígenas
En la Amazonía beniana viven 16 pueblos indígenas: Esse Ejja, Chácobo, Cavineño, Itonama, Tacana, Chimán, Mojeño, Yuracaré y Sirionó son algunos de ellos. Vos, que constantemente visita sus comunidades, comentó cómo se encuentran, luego de un año de restricciones impuestas por la pandemia de COVID-19.
Por causa de esta enfermedad, en varios territorios
perdieron a líderes ancianos, que guardaban parte de la historia y los saberes de su pueblo. Ante esta amenaza, varias comunidades decidieron cerrarse al contacto con personas ajenas, hasta que se vaya el coronavirus.
“Están muy preocupados. No solamente por la pandemia, también porque no pudieron comercializar sus productos. No podían entrar y salir de las ciudades”, contó Vos.
“En sus comunidades tienen cada vez menos opciones productivas. También el cambio climático está degradando sus bosques. Por ello tienen menos caza y menos pesca”, relató.
Para la
economía de las familias de esta región Amazónica,
la recolección de castaña es fundamental. “Pero hay menos producción que antes. Además, los precios no son favorables”, dijo Vos.
“Están desesperados para ver qué se puede hacer. Porque, además, sus patrones de consumo van cambiando: quieren celulares, quieren comprarse autos. Entonces necesitan ingresos”, ilustró el investigador.
En 2020, durante la pandemia, varios indígenas se vieron obligados a vender madera ilegalmente, también a cazar algunas especies protegidas para comerciarlas en las ciudades.
“Dentro de esa desesperación por producir, muchos caen en esas promesas huecas de los que quieran sacar oro de los ríos, o quieren tumbar bosque para sembrar soja o meter vacas. Firman un acuerdito, pero al final el campesino indígena no recibe beneficio, aunque ya destruyeron su territorio”, comentó.
Por otro lado, Vos observó que también afloró en las comunidades la convicción de que deben producir lo necesario para mantenerse, sin depender del comercio con el exterior, truncado por la pandemia.
“Hay más motivación para producir y ya no solo de extraer para vender. Veo algunas cosas positivas. Hay gente que ha dejado la ciudad para venir a vivir a la comunidad otra vez, para producir, planificar y contribuir a la gestión de sus territorios”, dijo Vos.
Desde 1996, el Estado boliviano reconoce los Territorios Comunitarios de Origen (TCO) de los pueblos indígenas. Luego de un largo proceso judicial, se reconocieron hasta el momento 58 títulos de propiedad comunitarios. Muchas otras demandas territoriales aún siguen su camino en el ámbito judicial.
El país discute sobre medio ambiente
En estos días, Bolivia debate insistentemente sobre medio ambiente y ecología. Por una parte, el Día Mundial de la Tierra, el pasado 22 de abril, motivó la realización de decenas de actividades, la mayoría online, en varias de las cuales participó Vos.
Por otra parte, el
vlogger francés Alexis Dessard moviliza a poblaciones de varios departamentos (ya pasó por Oruro, Cochabamba y La Paz) para limpiar lagos y ríos repletos de toneladas de basura urbana.
El éxito de su cruzada reside, mayormente, en la vergüenza que generaron sus señalamientos a las hectáreas de mugre que cubrían al orureño
lago Uru Uru, por ejemplo, que además es un sitio Ramsar: un
humedal de importancia internacional,
según la Convención de Ramsar.
También, muchas personas y organizaciones se sumaron a las jornadas de limpieza en el marco de una moda que exigía tomarse muchas selfis mientras atendían el desastre.
“Siempre ha habido acciones de limpieza colectiva, pero de perfil mucho más bajo. Al ciudadano francés le han dado mucha importancia mediática, pero me parece interesante que el sector ambientalista también se ha sentido motivado”, destacó Vos.
“Es algo bonito, porque la gente está limpiando y así hacen a sus propios barrios más vivibles, más sanos”, comentó. Pero no dejó de observar que “sacar una botellita de la calle no va a solucionar los problemas de fondo causados por el cambio climático y el modelo de desarrollo”.
Contó que en Riberalta, a partir de las limpiezas colectivas, “muchos grupos ambientalistas están planificando reforestar las calles, o ayudar a prevenir incendios. Hay también interés en dar charlas y discutir los temas de fondo. Eso es positivo”.